Resulta imposible calcular todas las mujeres que han sido no musas de inspiración, sino autoras de verdaderas acciones que han marcado un antes y un después en sus respectivos campos profesionales y, por ende, han revolucionado los estereotipos arraigados en la sociedad. No son las mejores “mujeres científicas, reporteras, músicas, o deportistas”, son las mejores STEM y punto. Sin apéndices.
Y lo fueron por su dedicación y su compromiso. Para Margarita Salas, la investigación era su vida y así lo transmitía. Pionera de la biología molecular en España y mentora de varias generaciones de investigadores, la huella que ha dejado en el mundo científico, en su conjunto, es indiscutible. Entonces y ahora, su figura ha llegado incluso a traspasar su campo de estudio, alargando su legado hasta cualquier otro y sirviendo de inspiración a miles de mujeres y niñas que ven en ella la tenacidad por romper esquemas y techos de cristal.
Nacida en Asturias en 1938, su andadura comenzó con 16 años, cuando decidió trasladarse a Madrid para estudiar la Licenciatura de Ciencias Químicas. Muchos describen el vínculo con las ciencias como amor a primera vista; la joven Margarita encontró su vocación rápidamente durante sus clases teóricas y, sobre todo, en las prácticas. Poco después conoció al que más tarde sería su propio mentor: el bioquímico y premio Nobel Severo Ochoa. A partir de ahí, la trayectoria de esta joven científica despegó gracias a su tesis doctoral sobre el metabolismo de los hidratos de carbono en la Universidad Complutense de Madrid, obteniendo la calificación de Sobresaliente Cum Laude.
Su gran vocación por la bioquímica y biología molecular fue más fuerte que cualquier obstáculo que pudiese encontrar, con especial atención a la misoginia dominante entre sus coetáneos investigadores. De hecho, en su autobiografía, describe cómo su director de tesis se dirigía a Eladio –su marido y compañero de investigación- haciéndola sentir como si fuera “invisible”. A pesar de esta realidad, Margarita se sobrepuso a cualquier piedra en el camino que se interpusiera entre su pasión por la ciencia.
Sin duda, otra de las características que mantiene vivo su recuerdo fue su compromiso con la docencia. Al fin y al cabo, era una persona que dedicó todo su esfuerzo a transmitir y compartir su sabiduría. Prueba de ello son los ‘margaritos’, sus estudiantes, una de las mayores herencias que nos ha dejado. Junto a ellos siempre apostó por un trabajo digno en el laboratorio, en su lucha contra la precariedad.
Aunque Margarita falleció en 2019, gracias a su descubrimiento de ADN polimerasa ha contribuido en luchas tan recientes como la pandemia de la COVID19. Del mismo modo, aún siguen editándose y publicándose artículos que ella comenzó con compañeros suyos. Su legado recoge más de 370 publicaciones científicas, además de lograr ocho patentes e impartir al menos unas 400 conferencias en foros nacionales e internacionales.
Otras de las grandes mujeres que ocuparon espacio en la excelencia de la profesión fue Nellie Bly. Su trayectoria en el periodismo de sucesos y su aportación al feminismo continúan hoy siendo dignas de mención. Nació en los Estados Unidos de finales del siglo XX, dónde la desigualdad de género campaba a sus anchas por las calles y periódicos como Pittsburgh Dispatch ya recurrían al clickbait titulando sus columnas bajo “Para qué sirven las mujeres”. Fue la impunidad de éste, sumado a otros sexismos que constantemente veía Nellie los que le impulsaron a contestar al diario con un texto de tan alta calidad que consiguió que el redactor le ofreciera un puesto de trabajo.
Fue entonces cuando Elizabeth Jane Cochran creó a Nellie Bly, su identidad periodística, consagrada a la persecución de la verdad y la denuncia de las injusticias, llegando incluso a desplazarse a México para cubrir revueltas y dar voz a conflictos que desanimarían a muchos otros. Tan valiente era, que no le importó plantarse en la oficina de otro reconocido periodista de la época, Joseph Pulitzer del New York World, quién la retó a infiltrarse en Blackwell´s Island, el manicomio para mujeres del que se decía lo peor por las horribles condiciones en las que vivían sus pacientes. Ella accedió y estuvo allí diez días recopilando mentalmente cada humillación para, a su regreso, publicar un artículo que causó tanto escándalo que consiguió un aumento en el presupuesto que se destinaba en sanidad pública. Gracias a ella, incluso se rescató a varias mujeres recluidas injustamente por motivos de raza.
Rompió otros estigmas, como que las mujeres no son buenas aventureras. Aseguró que sería capaz de mejorar la marca que Julio Verne planteó con su novela “La Vuelta al mundo en 80 días” y lo realizó en 72, para sorpresa del mundo entero y del mismo autor que siguieron su viaje a través de crónicas que engancharon lectores por todo el mundo. También cubrió la polémica convención de 1913 a favor del voto femenino y fue una de las primeras mujeres corresponsales de guerra, al viajar a Europa a cubrir la Primera Guerra Mundial.
Nellie Bly fue tan intrépida que hizo de sí misma una noticia y causó tal impacto en las siguientes generaciones de reporteras, conmovidas por su dedicación por ponerse al frente de las luchas sociales, que podría decirse que la fuerza de sus ideales todavía sigue muy presente en el periodismo actual.
Ambas, e infinitas más, caminaron para que otras pudieran correr. De ellas nos hemos inspirado para crear Margarita Bly. ¿Te unes a nosotras?
Foto: Margarita Salas. Fuente Budibuno.